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Shyra Gosurreta Gravina
 

 

 

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INTRODUCCIÓN BREVE


Los antiguos Alquimistas de la Edad Media afirmaban que, para transmutar un elemento mineral en otro elemento más elevado, como por ejemplo la transmutación del plomo en oro, era necesario que, previamente, el Alquimista estuviera transmutado en su interior.
En los antiguos escritos, se nos relata en un lenguaje simbólico la formación y el propósito de la misma.
Nadie que no se haya reformado en su interior puede pretender reformar con éxito ningún aspecto familiar, social, o mundial. En la medida en que las personas van cambiando sus procesos de pensamiento y sus actividades, produciendo un cambio positivo en su interior, observan que la vida también mejora para ellos.
Muchas personas padecen enfermedades terribles, producidas por sus pensamientos de odio y rencor.
Cuantos tratamientos se les proporcione fracasarán, ya que solamente podrán curarse cuando cambien sus pensamientos, transmutándolos positivamente. Cuando descubrimos nuestras limitaciones aparentes y nos damos cuenta que la vida es para nosotros como nosotros la queramos ver, al crear en nuestro interior las condiciones adecuadas, la vida cambia, llegando entonces, con la reforma interior, la Paz Interna y el Éxito externo.
Decimos muchas veces buscar la Paz Universal, declarando que la deseamos intensamente, pero si estamos desarmonizados en nuestro interior y en lucha con nosotros mismos, difícilmente llegará esta paz al mundo, ya que primero es necesario que germine en nuestro interior.
Por medio de un proceso Iniciático que ha sido probado válido durante muchos siglos, los seres humanos pueden conseguir transmutarse en su interior y, de esta forma, su vida se transmuta para ellos pudiendo ayudar a otros a lograr la verdadera reforma universal.
Muchos de los hombres y mujeres que, a lo largo de la historia, lucharon para que se produjeran reformas positivas en la sociedad, y así mejorar las condiciones de vida de todos, fueron Alquimistas que, previamente, habían logrado la gran reforma en ellos y así encontraron fuerzas para emprender la titánica tarea de ayudar a la Humanidad.
El objetivo de la Alquimia era la transformación de la materia física, como símbolo de una transformación psicológica y espiritual.
La gran obra de la Alquimia no era ante todo la transformación del metal de baja ley en oro, si bien con frecuencia se comete la equivocación de pensar en lo que era el objetivo, que era la profunda transformación del alma.
El Alquimista nunca debe olvidar que el poder sobre la materia y la energía es solo una realidad secundaria, el autentico objetivo de las actividades del Alquimista, que posiblemente sea lo único que nos ha quedado de una ciencia muy antigua perteneciente a una civilización ya desaparecida, es la transformación del propio Alquimista, su entrada en un estado de conciencia más elevado, los resultados materiales son solo la garantía de la posibilidad de alcanzar un resultado final, y es la espiritualidad.
Los Alquimistas son esotéricos, e iniciados, lo que indica que su profundo conocimiento de la naturaleza física, mental y espiritual del ser humano ha permitido el desarrollo de una técnica de desarrollo de la consciencia, y del despertar a las realidades superiores de la personalidad profunda del ser, que ha sido demostrada como altamente eficaz y válida durante siglos.
Saben que el ser humano posee niveles de consciencia muy profundos, donde se encuentra un enorme y maravilloso potencial, y que para acceder a estos niveles de consciencia es necesario hablarle al Ser Interior en su propio lenguaje.
El lenguaje de los niveles superiores de consciencia humana es el de los símbolos, y se nos revela en los sueños, cuyas imágenes tienen un significado, en nuestras intuiciones e, incluso, en visiones espirituales.
Por esta razón los Alquimistas, profundos conocedores de la naturaleza del ser, y de los símbolos, saben cómo unir sus enseñanzas con un aspecto simbólico para que, de esta manera, lo racional y lo emocional, lo físico y lo espiritual, lo humano y lo divino, se identifiquen y proporcionen la mejor y más completa formación, así como la transmisión del conocimiento interior, aquel que convierte a quienes lo poseen en maestros de sus vidas y artífices de su destino.
La Alquimia es un tema fundamental en la psicología junguiana y para los analistas los símbolos alquímicos y hermenéuticos son muy importantes para ilustrar y trabajar con la psiquis humana.
La alquimia es el vaso en que se pueden verter las experiencias psíquicas y traducirlas en imágenes metafóricas, que al compartirlas, pueden ser entendidas. En la alquimia se reflejan los problemas similares a los que nos suceden en el inconsciente y los pasos en los que el proceso psíquico alcanza el desarrollo de la personalidad.
Muchos de los términos de la alquimia fueron integrados a la psicología, tales como sublimación, transferencia, proyección.
Por ejemplo: En la proyección, cuando hablamos de la salamandra que se está rostizando, estamos hablando de retirar las proyecciones del exterior, ponerlas en la materia prima, que es nuestro complejo, y así
incinerarlo. Con esta imagen podemos ver cómo el ser humano, cuando retira sus proyecciones, toda la intensidad puesta en el exterior, recae en uno mismo y hay un sufrimiento.
La alquimia se define como el arte de las transformaciones del alma. En el libro de los siete capítulos, atribuido a Hermes Trismegisto, dice:
" Mirad, os he revelado lo que estaba escondido: la obra (alquímica) está con vosotros y en vosotros; y porque se halla siempre en vosotros, siempre la tendréis presente, estéis donde estéis, en la tierra o en el mar...". Los alquimistas no pretendían, según se ha dicho, convertir en oro los metales ordinarios aplicando ciertas fórmulas secretas en las que solo ellos creían.
La alquimia puede compararse con la mística en lo que tiene de camino que permite al hombre llegar al conocimiento de su naturaleza inmortal.
Sin embargo, la enseñanza de la alquimia esta envuelta en el misterio, y esto se explica porque no esta destinada a todos. Exige una extraordinaria comprensión y cierta disposición del alma.
Los alquimistas afirmaban con frecuencia que guardaban el secreto de la alquimia solo para que ningún hombre indigno pudiera adquirir un poder peligroso. Se servían del inevitable malentendido para ahuyentar a los profanos.
El modelo de la obra alquímica es la Naturaleza, la cual acude en ayuda del artista, es decir, del alquimista que ha descubierto su modo de obrar y, jugando, termina lo que empezó con gran trabajo. La expresión Naturaleza tiene aquí un significado muy concreto; no designa simplemente la generación espontánea de las cosas, sino una causa o una fuerza unitaria cuya verdadera esencia se reconoce al observar su ritmo universal, que domina de igual modo el mundo exterior y el mundo interior.
Como hemos podido comprobar la obra alquímica está en nosotros y su modelo es la Naturaleza, ahora bien, esta se ve sujeta a las leyes cosmológicas y por tanto sufre el influjo de los astros. La astrología y la alquimia, que en su forma occidental derivan del mismo legado hermético, se relacionan entre sí como Cielo y Tierra; la astrología indica el significado del Zodíaco y los planetas; la alquimia, el de los elementos y los metales. Los doce signos del Zodíaco son una imagen simplificada de los arquetipos que, de forma inmutable, contiene el espíritu. Por su parte, los elementos fuego, aire, agua y tierra, muestran materialmente las diferencias fundamentales de la materia prima.
Mientras que los planetas, al ir situándose en sus distintas posiciones unos respecto a otros, realizan temporalmente las posibilidades contenidas en el Zodíaco, representando así los modos de obrar del espíritu que "desciende" del Cielo a la Tierra, a la inversa, los metales son los primeros frutos de la materia elemental madurados por el espíritu.
Los alquimistas designan los diferentes metales con los mismos símbolos que los planetas, y en muchos casos les dan también los mismos nombres; para decir oro, dicen Sol; para plata, Luna; para azogue, Mercurio; para cobre, Venus; para hierro, Marte; para estaño, Jupiter; y para plomo, Saturno. Las analogías que así se expresan, y que establecen una relación entre la alquimia y la astrología, se fundan en aquella ley que la Tabla de Esmeralda expresa con estas palabras:

"Lo de abajo es igual a lo de arriba".

Los cuatro elementos son, simplemente, las propiedades primarias y más generales por medio de las que se manifiesta la materia de todos los cuerpos, que en sí es homogénea y puramente cuantitativa. Por tanto, su esencia inmutable de un elemento nada tiene que ver con la indivisible material, y, en realidad, el que el agua se descomponga en oxígeno e hidrógeno y el aire en oxígeno y nitrógeno en nada varía la percepción inmediata de cuatro estados básicos de la materia, cuyos exponentes más comunes son la tierra, el agua, el aire y el fuego.
La tríada (triple manifestación de lo existente) de todas las cosas existentes, encuentra su expresión alquímica en los tres principios filosóficos, dichos las tres sustancias. Están considerados la base de toda manifestación. Los principios filosóficos constituyen una unidad en la tríada, si bien son distintos entre sí.
Se denominan Mercurio, Azufre y Sal. Estos no tiene nada en común con los elementos de la química convencional.
En la terminología alquímica:
Mercurio significa: el principio vital, anónimo y no consciente.
Azufre significa: el alma y la conciencia.
Sal significa: el cuerpo, lo sólido, la materia en el sentido propio.
Los tres principios filosóficos son accesibles a nuestros sentidos bajo una cuádruple forma: Sólida, líquida, gaseosa y radiosa o etérica.
Esta cuádruple forma se manifiesta en los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), los cuales muestran las características de calor, frío, húmedo y seco.
La tierra es fría y seca, el agua es fría y húmeda, el aire es caliente y húmedo, el fuego es caliente y seco. A causa de sus dobles características, los elementos pueden transformarse unos en otros. los cuatro elementos, tomados de dos en dos, tienen siempre una de las mencionadas propiedades en común.
Más que ser elementos en el sentido de la química, o sea, sustancias, los elementos alquímicos son formas de manifestación de las sustancias.
En los cuatro elementos está presente una Quinta Esencia, (Essentia) que todavía no es ninguno de ellos, esta penetra la Creación. La Quinta Esencia es el "núcleo espiritual" de todas las cosas, el extracto de todos los elementos, el substrato incorruptible. Todo lo que existe tiene su origen en ella, es la fuerza vital de todos los seres vivientes y de todas las substancias existentes. Ella también es llamada Madre, Agua Celeste, Espíritu Universal, Mercurius, Madre Tierra, Madre de las Aguas, Fuente Perenne, Océano, Coellum, Substantia Coelestis, Radix Substantialis, Animae Mundae, Seminarium Mundi, Mestrum Coeleste, Spiritus Coelestis, Clavis Philosophorum.

 

 ENSEÑANZA COMPLETA  EN 
HERMANDAD ÁGUILA DORADA

Bibliografía : Diccionario Mito-Hermético de Alquimia
de Dom Antoine -Jospeh Pernety


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