El cansancio era enorme ese día, me sentía realmente extenuada, solo quería dormir, no experimentaba deseos, ni siquiera de meditar; pero me encaminé al living a cerrar el ventanal; el sol, que también como yo se disponía a descansar, me llamó la atención.
El esplendoroso rojizo del cielo, y sus cabellos dorados desperdigándose generosamente, eran un concierto fascinante de luz y color. Era un atardecer que se apoderó en el acto de mí, caí en el sillón y me interné en él; el mar, sereno y plateado, bañaba perezosamente la arena dorada.
Mi mente quedó en silencio, no sé cuánto tiempo estuve así, mientras las nubes se teñían de violeta; pensaba que tenia que darle algunos toques de pincel al cuadro que había dado por terminado y me despertó el timbre.
Otra vez la Realidad.
Al abrir la puerta, el patio estaba casi en penumbra; instantáneamente otro sol me iluminó, era una niña angelical, su luz me golpeó en el pecho. -¿Qué era eso?-
En un instante fugaz, quedé paralizada ante tanto esplendor, traté de recomponerme ante la impresión, miré quién estaba con ella: era una mujer de unos treinta años, de aspecto humilde.
-Buenas Noches, ¿ Sí ? ¿Dígame?
- Buenas, Vengo de parte de Cristina, a traerle la nena .
- Pero yo ya terminé la consulta, señora - respondí casi por costumbre.
- ¡Aah!, pero vinimo en onimo dezde Santa Lucía y tamo muy cansada la dó-contestó la mujer, con un acento muy angustiado; me hizo pensar: “No me cuesta nada atenderlas; esa niña, ¿ qué será ?”, me intrigaba.
- Está bien, pasen que ya las atiendo, tomen asiento, que ya estoy con ustedes .
Me fui al escritorio, no sé a qué, tal vez quería hacer un paréntesis entre la impresión que me causó la niña, y el comenzar la consulta. Decidí tomar dos aspirinas y trabajar.
Las hice pasar a mi escritorio; mientras caminábamos hacia allí, la niña me miraba intensamente, punzando de una forma extraña mi corazón.
- Bien, ¿ en qué la puedo servir ?
Quedaron paradas mirándome, la señora parecía asustada, y los ojos de la niña seguían fijos en mí, y cuando vio mi cuadro sobre el caballete se dirigió directo hacia él.
- Tomen asiento , por favor - dije amablemente, calmándola.
- Señora, yo le traigo a m´ija, a ve si usté puede hacé algo por ella.
Yo había observado detenidamente a la niña, era muy linda, rubia, cabello largo, de ojos
divinamente celestes, de unos ocho años, que tomó asiento ni bien las invité a hacerlo.
Ella quedó un poco más atrás de la madre, sentadita muy derechita sobre el sillón, al costado derecho del ventanal.
Mientras la madre me hablaba, yo miraba a la niña; el aura que tenía, era de un resplandeciente color dorado, parecían como rayos de sol en un crepúsculo, saliendo de su cuerpito. Nunca había visto algo así.
Se repetía adentro de mi casa, lo que había visto desde el living.
La niña miraba insistentemente el cuadro, y sus ojitos iban en un vaivén desde el cuadro a mi, me llamó mucho la atención pues era un autorretrato que había hecho en mis momentos de descanso, y ella parecía examinarnos a ambos.
(La pintura era un cielo donde aparecía una escalera de arco iris, un ser ya casi convertido en ángel iba ascendiendo y otro ángel mucho
más blanco y luminoso lo esperaba arriba)
- Cómo no?, ¿en qué puedo servirla? - Repetí.
- ¡Ella tiene leucemia!
Aquellas tres palabras golpearon en mi pecho como un meteoro, parecía que una espada me hubiera partido en dos el corazón... ¡ Dios, cada vez que lo recuerdo, lo revivo !
- No, ¿ qué me está diciendo ?... ¿leucemia ? No puede ser! .
Yo miraba a la madre y luego a la niña, de la una a la otra iba mi mirada, estaba desconcertada, y los rayos de luz que salían de ella me decían que no. ¡No tenía Eso! Además, ¿ cómo era posible que me hablara de ello frente a la hija? No lo entendía.
- ¿Me permite un minuto, por favor, que enseguida vuelvo?
Me levanté del asiento y tuve que salir de allí. Me fui al jardín desesperada, di vueltas y vueltas, levanté los brazos al cielo, pidiendo ayuda.
“¡ Por favor, mi Dios ! ¡No, no permitas esto! ¡No puedo más!- grité mudamente hacia el firmamento, que me miraba ya con sus primeras estrellas.
Me sentí impotente, tremendamente angustiada, rabiosa, todos los sentimientos juntos dentro de mi corazón; mil sensaciones pasaban por dentro mío.
“¿ Por qué esto?... ¿Por qué, Dios, me tienen que pasar estas cosas?,
¡dame tu mano para curarla, por algo la mandaste a mí, por favor ! Lloré; no sabía qué hacer.
Pasaron unos minutos, de pronto sentí como una “lluvia de paz” caer suavemente sobre mí; me tranquilicé, volví para adentro a enfrentar la situación.
La niña se había puesto de pie y estaba junto al cuadro, tan cerca que parecía como buscar algo dentro del mismo. Yo tomé una ficha para anotar sus datos, mientras pensaba todo lo que podía hacer.
- Dígame, señora, ¿ ella sabe de qué está hablando usted ?
- No, no entiende nada.
- ¿ Cuándo y cómo comenzó todo ?
- Hace un año, la llevé al Hopital, el dotor le hizo unos exámene porque estaba muy débil, se mareaba y se cayía, y después de todo lo que le hizo, dijo que tenía leucemia.
La voz de la madre era de una desolación absoluta, mientras abrazaba a la niña; a su vez, esa criatura con esa Luz, acariciaba el cabello de su madre y me miraba, traspasándome hasta los huesos. Su mirada era de una ternura infinita.
- Bueno, vamos a comenzar.
Me puse de pie, movida por un resorte alarmante, di vuelta por detrás de la madre, y fui hasta la niña, que ya venía hacia mí, como implorando amor.
-Vení, mi amor, vení conmigo, ¿ te sentás acá ?
La levanté en mis brazos para subirla a la camilla, con sus bracitos me abrazó como con temor, el corazón se me dobló como un trapo.
-No tengas miedo, mi amor, nada te va a doler, recostate- y la ayudé.
Se acostó en la misma, ya acostumbrada a hacerlo, pero sin dejar de mirarme con aquella mirada azul que me inquietaba y a la vez me traspasaba , jamás olvidaré sus ojitos.
Comencé pasando mis manos por su cuerpito, a unos diez centímetros de distancia, ella me observaba con mucha atención.
Con toda la concentración de mi vida, comencé primero limpiando su Karma con el rayo violeta, luego continué con el rayo rosa, para armonizar todo su organismo, luego el blanco para purificarla, y enseguida entré de lleno con el rayo verde de curación, dándole toda mi energía; estuve con ella unos treinta minutos.
Cuando la bajé, me volvió a abrazar y me dio un beso, yo me sentía impresionadísima, porque ella no me había hablado ni una palabra, solo eran sus gestos y aquella Luz.
-Bien, señora, no quiero que se haga muchas ilusiones con lo que le voy a decir, pienso que los médicos no se pueden haber equivocado... pero lo único que yo le veo a ella es un problema doloroso en la vagina, de lo otro que usted dice, yo no le veo nada.
-Pero ya empezaron con la Quimoterapia, no le van a errar, está en el Hopital, atendida con
lo mejore dotore.
- No lo dudo, pero usted vino acá, buscando otra opinión alternativa y la posibilidad de ayudarla, yo le repito todo lo que le dije.
-Lo de la vagina que Uté dice, es que me mandan hacele dó irrigacione por día, porque tiene flujo.
-¿Y con qué se las hace ?- pregunté, sospechando algo raro.
- Con la mía.
-¿Cómo?...¿ con una cánula de adulto? No puede ser ¿El médico sabe con qué lo está haciendo usted?!
- No, el me dijo irrigacione, yo se la hago con ésa.
La ignorancia de esa pobre mujer lindaba con la locura.
-Pero, ¡por favor! ¿No se da cuenta que le está provocando un sufrimiento terrible agregado al que tiene ?
La niña había vuelto al sillón mirando hacia el jardín, parecía ignorar todo lo que hablábamos, de vez en cuando volvía sus ojos hacia mí, o volvía al cuadro, como pidiéndome auxilio.
- Ella llora mucho, pero, ¿qué puedo hacer ?- y se puso a llorar.
Me entraron ganas de estrangularla en ese momento, pero me contuve, tratando de entender porqué hacía eso, y también su dolor.
Sin duda era totalmente ignorante y estaba sufriendo terriblemente por su hijita, y no tenía a nadie que le explicara las cosas.
- Señora, por Dios, ¿usted no conoce las de niños ?
- No, pa nada.
-Bueno, vaya a la farmacia y compre una cánula para niños, haga lo que le dice el médico, y verá que ella no sufre más.
Yo me sentía muy segura de que la niña no estaba enferma, pero a la vez pensaba que los médicos no se podían equivocar; lo peor de todo, era la incultura de la madre y el daño que le causaba haciéndola sufrir más de lo necesario.
- Mañana me la trae sin falta, quiero que venga todos los días.
Lo dije ya parándome, dando por terminada la entrevista. Me incliné para besar a la niña cuando se iba, ella me abrazó, me besó y susurró en mi oído muy suavecito
y en secreto:
“¡Te quiero!”. Sus únicas palabras dichas en ese día.
Se fueron; quedé largo tiempo sumamente amargada por el diagnóstico, por la barbaridad que estaba haciendo la madre, y hondamente embargada con el sentimiento que me había despertado la niñita. No pude dejar de pensar en ella en toda la noche.
Al otro día volvieron, la madre había comprado la jeringa correspondiente y había cambiado totalmente el tratamiento que le hacía, Sussy se sentía mejor.
- ¿Cómo estás, mi amor ?
-Bien, y ¿tú?- habló por primera vez delante de la madre. Parecía que sabía el estado en el que yo me encontraba.
-¿Vamos de vuelta a la camilla, mi amor? – yo tratando de recomponerme y parecer fría y profesional.
Vino inmediatamente, y de un saltito trepó ella misma; seguí con el tratamiento, la veía más aliviada, pero no le encontraba la famosa leucemia. Solo pensar en esa palabra, me la negaba a mí misma. No lo aceptaba de ninguna manera.
A la vez de sentirme impotente, pues siempre la gente pone una fe en mi que parecería que piensan que soy un Dios, o que tengo una varita mágica para curarlo todo.
Cuando se iban, la levanté en mis brazos, volvió a darme su beso, a repetir susurrante: “¡Te quiero! Y un: ¿Me regalás el cuadro ese? ”. La miré y le hice un guiño, pero en realidad pensé que me lo decía en broma.
Emocionalmente, yo estaba muy perturbada por la situación, luchaba como loca para sacármela de la mente y del corazón, pero era imposible.
El lazo profundo que se había entretejido entre nosotras era milagroso, no hacía otra cosa más que pensar en ella y negar mil y una vez su enfermedad.
Fui suspendiendo todas las consultas para dedicarme exclusivamente a ella, no podía atender a nadie más; iba recargando continuamente mi energía para dársela, y oraba por ella constantemente.
Hice todo tipo de trabajos de magia y ocultismo para curarla. Llegó a un límite mi preocupación, que ya entraba en una tremenda obsesión y no podía atender a nadie más.
Siguió viniendo, sintiéndose mejor, y un día me trajo un regalo:
- ¡Esto es un regalito mío para ti !- expresó muy feliz.
- A ver, ¿qué hay acá ?- yo me estremecí.
Lo abrí y era un pequeño póster de tela, con el dibujo de una vela encendida con una llama grande, y
una frase que decía:
“CONOCERTE Y AMARTE, FUE LO MEJOR QUE ME PASO EN MI VIDA”
¡Dios, qué fuerte fue eso para mí!... Tuve que contener mis lágrimas. Pensaba que se iba a morir, y me decía que lo mejor que le pasó en la vida era conocerme, y yo no la podía curar, y la llama de la vela, me representaba su vida; ¡qué impotencia y dolor sentía por dentro! Traté de disimular.
Miré a las dos, intrigada por quién lo había comprado.
- Ella lo eligió - dijo la madre muy orgullosa.
- ¿ Tú lo elegiste ? En serio? Es precioso! Muchas Gracias mi amor!!
-Sí, yo solita.
La ternura y el cariño que desbordaba esa niña no podré olvidarlo jamás.
-¡Ya mismo lo voy a colgar acá, al ladito mío, para no olvidarme nunca de ti!- y así lo hice.
Yo estaba tan acostumbrada a ver tanta maldad en el mundo, que aquella bondad infinita me era totalmente imposible de resistir, sobre todo porque el diagnóstico era tan grave.
No le veía la muerte, pero obviamente si los médicos estaban seguros de lo que sabían, yo no lo podía discutir; el pensar en la muerte de esa criatura, me causaba un dolor inconcebible, lacerante, amargo y profundo.
A medida que transcurría el tiempo, cada día venía mejor ; el color había vuelto a sus mejillas, jugaba conmigo, se sentía feliz de venir a verme y, lógicamente, yo también, pero, aquél diagnostico...
Pasó aproximadamente un mes y medio. Un día le dije a la madre:
-Vaya con ella al médico de vuelta y pida nuevos exámenes.
-El que se encarga de hablá con el dotor es mi marido, yo no sé nada de esta cosa, ademá no sé leer.
Traté por todos los medios de entenderla, pero no podía comprender lo que estaba pasando. Me impacienté ante esto, no me pude controlar.
-¡Bueno, que vaya él, lo más pronto posible!-creo que levanté bastante la voz- ¡Quiero ver los análisis!
Y así fue; con los exámenes, vino por primera vez el padre. Era un hombre con sus manos encallecidas por el trabajo de campo.
Los resultados de éstos fueron totalmente distintos.
¡Susy no tenía leucemia! ¡Tenía Anemia !... Yo creí que me desmayaba de la alegría, pedí disculpas, tuve que salir del escritorio y corrí al jardín a gritar en silencio con los brazos al cielo:
-¡ Gracias, gracias, Señor !- Me sentía, espiritualmente, tan radiante de felicidad que quería bailar ahí mismo.
Volví a mi escritorio y la veo frente al cuadro mirándolo fijamente.
-Sussy, te voy a regalar ese cuadro, así que mañana traten de venir en taxi o que las traigan en coche
así te lo llevas.- le dije mirándola. Y ella saltó a mis brazos con el abrazo más grande que he recibido en
toda mi vida.
Y efectivamente, al otro día se llevó el cuadro para su casa, muy feliz con él. Yo quedé pensando qué tenia que ver ese cuadro con nosotras, ¿porqué le gustaba a esa niña mi pintura cuando es tan
rara?
Fueron transcurriendo los días; los meses; seguía viniendo siempre,...
y también pasaron los años...
Descubrí con el tiempo, mediante regresiones a ambas, que Sussy y yo habíamos estado unidas en una vida pasada, como hermanas.
Hasta el día de hoy pienso que, tal vez, fue un diagnóstico equivocado.
Hoy Sussy tiene treinta y ocho años, se curó totalmente. Está felizmente casada, tiene dos hijos, terminó sus estudios de Medicina, es Oncóloga y le enseñó a leer a su madre. |