Sin lugar a dudas, el conjunto de salas más impresionantes de todo el Museo Egipcio de El Cairo es la dedicada al Imperio Antiguo.
Entre sus altos muros se encuentran las figuras de reyes, nobles y sirvientes cuyo recuerdo ha quedado petrificado para el resto de la Historia. De todas ellas destacan por el poder de su mirada dos esculturas trabajadas en caliza: el príncipe Rahotep, sacerdote de Ra en Heliópolis, y su mujer Nofret, la conocida del rey (aprox. 2500 a. de C.).
Aún hoy, el realismo y la belleza de estas dos esculturas siguen fascinando a propios y extraños cinco mil años después de su ejecución. Estas características fueron suficientes para que sus descubridores, al hallarlas en una mastaba de Meidum, salieran despavoridos, creyendo que el espíritu de los difuntos príncipes había revivido por la inesperada presencia de extraños.
Uno de los detalles que más viveza confiere a las figuras de Rahotep y Nofret son sus ojos. Éstos son verdaderas obras maestras de la artesanía egipcia. Realizados con incrustaciones de cristal de roca enmarcados en un reborde metálico de cobre, los ojos de estas dos estatuas parecen, realmente, fijos en algún punto del infinito, traspasando la mirada de cualquier espectador.
Pasan desapercibidos en los museos y, sin embargo, poseen uno de los secretos mejor guardados de la antigüedad. ¿Por qué se representaban los egipcios de las primeras dinastías con los ojos azules? Hasta hoy nadie ha podido explicar este enigma arqueológico.
Sin embargo, mucho más sorprendente para los arqueólogos fue descubrir que la figura de Rahotep tenía los ojos de un color totalmente anormal para un egipcio: el azul...
Pero, curiosamente no se trata en absoluto de un hecho aislado. Y es que, si estudiamos otras esculturas de este mismo período -la dinastía IV, aprox. 2613-2589 a. de C.- como el famoso escriba sentado que se conserva en el parisino Museo del Louvre, el escriba del Museo Egipcio de El Cairo, la figura conocida con el nombre de Sheik el Beled (El alcalde del pueblo), y un largo etcétera, observaremos cómo todos ellos fueron representados con los ojos de color azul o gris.
¿Cómo puede entenderse este sorprendente detalle cuando el pueblo egipcio se compone exclusivamente de hombres y mujeres de cabello negro y ojos oscuros? El empleo de ojos de vidrio en la estatuaria egipcia se centra casi exclusivamente en un período de tiempo muy reducido que abarca las primeras dinastías de la Historia de Egipto.
Posteriormente, nadie sabe por qué, esta complicada técnica fue suplantada por una sencilla y austera policromía en blanco y negro, perdiéndose incluso el color azul o gris empleado para decorar a las antiguas estatuas de madera y caliza. ¿A quién quisieron parecerse los antiguos egipcios?

LOS FUNDADORES

Son varias las hipótesis para explicar tan singular forma de representar el ojo humano en las figuras de las primeras dinastías. Curiosamente, en la pareja arriba mencionada, el hecho de que solamente sea Rahotep el que tenga los ojos claros y no Nofret, quien los tiene prácticamente castaños, ha dado pie a la creencia de que no se trata de otra cosa más que de un simple convencionalismo artístico para diferenciar al hombre de la mujer.
De esta manera, se acercaría más a la variedad de la piel (hombre marrón, mujer amarilla) o al adelantamiento de la pierna izquierda, mucho más pronunciado en el hombre que en la mujer. Con todo, la teoría más sugerente de todas las que se han expuesto hasta el momento es la presentada por el investigador John Anthony West. En Serpent in the Sky, West propone que los llamados "venerables del norte", que aparecen en varios textos religiosos egipcios, existieron en realidad.
Estos hombres, seguramente de ojos claros, debieron ser pobladores europeos que, por razones todavía desconocidas, fueron a parar, en algún momento de las primeras dinastías, al valle del Nilo. Esta posibilidad explicaría que los egipcios conocieran a individuos con los ojos azules o grises.
Igualmente sorprendente es la tradición de origen grecorromano que narra cómo a finales de la IV dinastía, prácticamente el mismo período de tiempo en el que aparecen las esculturas de ojos azules, reinó sobre el valle del Nilo una mujer de cabello rubio. LA REINA RUBIA En el conjunto monumental de Gizeh, junto a la Gran Pirámide, se encuentra la enorme necrópolis destinada a albergar las mastabas de los familiares y nobles vinculados de alguna manera con el faraón.
En una de estas tumbas fue enterrada la hija de Keops, Hetep-heres II. Tal y como la representan las pinturas del sepulcro, se trataba de una mujer de cabello rubio, en contraposición a otras mujeres del mismo sepulcro que fueron representadas con el cabello negro.
Las teorías indican que podría tratarse de algún miembro de los temehu, tribus libias establecidas en el sector occidental del Valle del Nilo, compuestas por individuos de cabellera rubia y ojos azules.
Por algún motivo desconocido Hetep- heres II pudo haber sido incorporada al harén real como regalo de los libios o que simplemente fuera hija de Keops y una mujer de estas gentes.