En Egipto, vivía con mi madre y otros gatos siameses igual que
yo. Nos entrenaron para entrar a cuidar el Templo de la Diosa Gata Bastet,
cuando el sol se escondía. Durante la noche éramos los únicos guardianes
del Santuario, y si alguien lograba penetrar, los abuelos se convertían en verdaderos salvajes para defenderlo. Yo era muy chiquita como para hacerlo,
siempre estaba con mi mamá, pero me gustaba el trabajo.
Un día de sol brillante una linda mujer blanca, de grandes
ojos verdes, me tomó en sus brazos. Sentí que nos conocíamos de muchas
vidas anteriores, y me arrullé en su pecho. Tenía algo de gata.
No me soltó nunca más. Me fui con ella y subimos a un pájaro de metal rugidor.
Asustada, pero extrañamente dormida.
Y arribamos a una ciudad que llamaban Montevideo. Me costó un tiempo adaptarme, solo tenía siete lunas. Recordando lo que hacían en el templo, cuando las agujas del tic tac se ponían juntas en la tarde, hacía mi ritual. Caminaba alrededor del salón principal contra la pared en línea recta, doblaba los ángulos de las esquinas, desfilando como un militar, y llegaba hasta la puerta de calle. Allí me detenía, al costado de la salida, sentada sobre mis patas traseras, y permanecía rígida y bien erguida, con la nariz hacia arriba, en guardia, cuidando la casa.
Trataban de distraerme, hablarme, jugar conmigo, pero yo no salía de esa posición mientras las campanas del reloj golpeaban cuatro toques. A mis dueños, el espectáculo que hacía los preocupaba. Continué unas tres lunas, luego me fue aburriendo, y no lo hice más. Me adapté divinamente a mi dueña, segura que fue gata. Logré una asombrosa comunicación de mentes con
Ludy.
Ella es vidente, cura gentes, lee unos cartones que tienen los dioses de Egipto. Viene mucha gente para que ella los cure. Su abuela, sacerdotisa egipcia, le enseñó. Viajó por todos lados estudiando y haciendo su trabajo. -¡Yo soy Bruja! -decía. Me llamaba con su mente, y aunque estuviera muy lejos, corría a su falda. Me encanta estar con ella en su escritorio.
-Es una siamesa -decía con orgullo, acariciándome- Se llama Nefert. -¡Eres una gata muy inteligente y sabia! -repetía. Las tardes de sol dormitaba en el sofá del salón principal bajo los rayos de Ra. Yo sabía quién era malo y quién bueno de las muchas personas que acudían a la casa. Tengo un sentido especial para ver eso en el aura.
La ayudé enormemente toda la vida a alejar, ciertos humanos que eran dañinos en todo sentido. Fui vital colaboradora de mi amita, a la que adoraba. Por las noches, ella se sentaba en un sillón largo, en el hermoso jardín que tenía al fondo.
Nunca podía salir, aunque me trepara por los árboles y las enredaderas. Pusieron un enrejado de alambre techando todo el jardín. Corría tras los pájaros y palomas que vivían allí, hasta que me enseñó a respetarlos:
-¡Pajarito sagrado! -Para mi bastaba.
Ludy rezongaba y se escondía muchas veces para no atender a una mujer, que decía que era muy mala. Yo no la había visto nunca.
Una noche, yo estaba dormitando en el sillón del living, mientras reunidos alrededor de la mesa jugaban y se reían. De pronto, presentí peligro, me paré sobre el sillón, mirando hacia la puerta, permanecí inmóvil con mis orejas para atrás. Algo maligno se acercaba por el frente.
Tronó el timbre, era la mujer que Ludy no quería ver. Cuando la vi, extendí las uñas que se me clavaron en el sillón Desde mis patitas delanteras, por detrás de las manitos, saqué mis púas largas, blancas, rectas y afiladas, que se me quedaron incrustadas en la suave tela. y le descargué un rugido de pantera. ¡No pude desprenderme de allí! Si hubiera podido, le habría saltado encima gruñendo como una fiera.
-¿¡Qué es eso!? -chilló la mujer, mirándome extrañada y muy asustada.
-Es una gatita -contestó Ludy, con cara de duda. -¡Pase a mi escritorio!
Yo seguía furiosa, prendida al sillón y no lograba zafar mis uñas de allí. Cuando salieron, yo continuaba con todas mis uñas y púas enterradas en el sofá. Contemplaba a la mujer gruñendo alrededor de su cuerpo y contoneando mi cabeza, viéndole el aura detenidamente. "¡Qué horror, nunca vi algo igual!"
-¡Si no sacás ese bicho de acá, yo no vengo más! -amenazó
- Por favor, es una gatita inofensiva -dijo Ludy y la mujer se fue corriendo.
Nunca más regresó. Pese a sus intentos, no lograban verme las famosas púas.
No hubo forma de que yo las mostrara, hasta que, otra maldita intentó robarse a mi hija. Después lo contaré.
También venía otra mujer bastante sospechosa. Cada vez que la visitaba,
aunque estuviera lleno de gente, yo la buscaba. Me agazapaba, casi
arrastrándome por el piso con mis orejitas para atrás, e iba amenazándola como
si fuera un ratón. La mujer se corría para otros asientos, y yo la seguía igual,
persiguiéndola por todo el living hasta que, desesperada, le golpeaba la
puerta del escritorio para que la dejara entrar.
-¡Por favor, la gata me persigue, déjame pasar! ¡ No sé porqué me hace eso! -gritaba.
Ludy me levantaba en sus brazos y me encerraba en su dormitorio.
-¿Qué te pasa con esa mujer, divina? ¡Si pudieras hablarme!... Mi negrita querida... En verdad, Nefert eres mi mejor amiga. Algo me enteraré de ella. Después que se marchaba me liberaba. Y volvía con ella siempre, por las noches me acostaba en su cama, sintiendo el ruidito amoroso que hacía su corazón que me decía: te quiero, te quiero, te quiero…
Capítulo II. UN DÍA DE TRABAJO.
No tenía frío, el piso moqueteado y la calefacción tan confortable me mantenían todos los inviernos suficientemente abrigada. Me encantaba mirar las paredes decoradas con los murales egipcios, me hacían recordar el lugar desde donde yo había venido.
Todos los días después de comer, yo me echaba perezosamente en el sillón del living al rayo del sol, y pasaba largas horas lustrando mi pelaje siamés, para acicalarlo cada vez más. ¡Tenía que estar pronta, por si me conseguían novio! Pensaba que en cualquier momento iba a venir, ya había escuchado a mi amita buscar un siamés para mí, ¡lógico!, no me iba a conseguir un gato ordinario... ¡Yo soy una gata muy distinguida!
Esa tarde transcurría mansamente, pero la gente que esperaba tenía el aura agitada, típica de las personas que están nerviosas. Eran dos mujeres.
Luego llegó mi amiga Carmencita, una rubia bajita y regordeta, muy dulce.
-¡Bssbbssbsss, vení preciosa! -me dijo, y corrí a su falda ni bien se sentó, me acariciaba dulcemente, era tibia y tierna, olía a trigo maduro
.
-"Rrrrrrr, qué energía divina, Bastet te bendiga, Rrrrrrrr" -ronronee.
-¿Hace mucho tiempo que viene, usted? le preguntó una de las nuevas, que era bastante agradable, de cabello blanco y manos arrugadas, yo aún no la conocía. -¿Yo? Hace años que la trato, desde que sus hijos eran pequeños.
-¿Y, qué tal es? -con cara de misterio.
-Bueno, no sabría por dónde empezar. Cuando la conocí, me sacó de un pozo en que yo estaba completamente enterrada, no me quería ni levantar de la cama.
Una tía me trajo para consultarla, y a los tres días ya me había mejorado. Después seguí viniendo, me fue arreglando muchas cosas que funcionaban mal, pero lo principal es que para mí... ¡Ludy es como una madre!, siempre me trató como si lo fuera. Con ella se atiende toda mi familia, ¡no se imagina cómo los ha ayudado! -relató.
-A mí me la recomendaron, pero solo para tarot. -comentó intrigada.
-Ni qué hablar, con las cartas es bárbara, pero además brinda ayuda en todo lo que la persona necesite. También hace unas curaciones con energía que son fabulosas.
-¿Y cobra muy caro? -agarrando su bolso.
-No, la mayoría de las veces no cobra, salvo que le pida algo muy especial. Depende.
La que esperaba, una morocha alta y grande que parecía nadadora, con aura color pardo, se metió en la conversación:
-¡No sé si es tan así, yo soy médico y no creo que cure enfermos! -protestó y su voz soltó veneno en todas direcciones. Mi amiga se agitó en el asiento y yo casi me caigo de su falda. -Cuando dije "curaciones", me refería a espirituales, aunque en mi caso también fue en lo físico... Además, hasta que usted no la conozca, es mejor que no haga juicios anticipados.
Creo que debe haberla mirado como para partirla, pero yo traté de tranquilizarla acomodándome más en su cálido regazo.
Se cortó el diálogo por el timbre sonoro.
Apareció un señor tan alto que tuvo que bajar la cabeza para pasar por la puerta, parecía un figurín de las revistas que leían en la sala; por la cara que puso, noté que no le gustaba esperar, quiso irse y la empleada le preguntó si tenía hora, él respondió que sí. Entró la secretaria, agenda en mano, se acercó al señor y hablaron en voz baja; y Blanze se aproximó a las que esperaban corroborando los horarios. -Todas vinieron adelantadas, está el señor primero -aseguró la secretaria cerca de mí. Se levantó de un salto la que dijo ser médico, exclamando mientras caminaba hacia ellos:
-¡Qué esperanza! ¡Yo soy la Doctora Pérez Montero, y de ningún modo voy a esperar! (Pensé porqué todas las Pérez le agregaban algo más al nombre, Ludy lo había dicho un día: "¡Hay muchos Pérez en la guía telefónica!".).
-Pero usted, está a las cuatro, y él está anotado a las tres -le contestó Blanze, con cara de achicada, mirando la agenda.
-¡Yo trabajo todo el día y ésta es la única hora en que puedo venir! -respondió muy altanera y despreciativa. En ese momento abrió la puerta mi ama. Parecía que tuviera antenas.
-¿Qué pasa? -miró a todos como rayo, vi cómo la observó-. ¿Cuál es el problema?-preguntó con los ojos clavados en la médico.
-Acá la señora dice que no tiene tiempo, pero ella estaba anotada para las cuatro, y son las tres -murmuró Blanze mirando a Ludy como pidiéndole auxilio. Ludy la interrogó directamente.
-¿Y por qué vino antes?
-¡Yo trabajo mucho, y no tengo porqué venir a la hora que ustedes quieran!-
profirió con tal odio, que yo tiré mis orejas para atrás, y me erguí a esperar la respuesta.
-Mire, señora, en esta casa ¡mando yo!, y si le di hora a las cuatro, esa es la hora en que la puedo atender, le guste o no le guste; y si no, ya se puede ir -afirmó mi ama mirándola fijamente. La mujer dio media vuelta, levantó la nariz y, sin decir ni una sola palabra, se fue más rápido que un gorrión.
-Tome asiento, por favor, en un minuto estoy con usted -le dijo Ludy al señor, y volvió para adentro.
-¿Qué piensa esa mujer, que va a pasar delante de todos? -dijo Carmencita- ¡No sabe con quién se mete! Ludy siempre le para el carro a este tipo de gente. De inmediato, salió del escritorio Ludy con un muchacho e hizo pasar al señor. Regresó otra vez al living para encender una varilla de incienso de rosas.
A mí me dejó con mi amiga, mientras saludaba a las otras, y le dijo a Carmencita:
-¡Las cosas que hay que aguantar porque tengo este boliche!, ¿te das cuenta?... pero total, como soy bruja ¡me puedo dar el lujo de atender a quien se me da la gana!-
y sonriendo se marchó para el escritorio. Todas rieron ante el chiste y quedaron calmadas.
-Qué cosa rara, ¿no? -comentó la viejita simpática. Y tomaron revistas.
Viendo que el lugar quedó tranquilo, yo me acomodé para dormir. Cuando me desperté, ya se había ido mi amiga; yo había permanecido en el sillón que conservaba el olor de ella y quedaba una sola persona. Era una mujer extraña, de ojos malvados recorriendo toda la sala, cara de bruja perversa, yo no la había visto entrar. De pronto, esa mujer me levantó y me colocó en su falda, yo sentía repulsión por ella. Súbitamente me tiró del pelo y me arrancó un mechón de mi lomo, ¡le clavé las uñas!, me arrojé al piso, la miré amenazante y vi que guardó el pelo mío en su cartera. ¿Para qué lo querría? "¡Maldita!, a vos te voy a vigilar de cerca", subí a la mesa y me senté a observarla cuidadosamente. Me había agarrado por sorpresa, tenía un aura muy obscura; al rato salió Ludy con otra que se iba y la hizo pasar, seguí tras ella y mi ama me tomó entre sus brazos, yo sacudía mi cola, muy enojada.
-Cuidado mi amita, me robó el pelo; debe ser bruja -le dije.
-Tranquila, mi amor -me respondió acomodándome en su falda, y con sus caricias me durmió. Cuando desperté en su regazo, la ladrona de mi pelo ya se había marchado. Se olía otra vez el incienso.
Capítulo III. EL GATO DE MIS SUEÑOS
Después de aquellos días en que me puse muy romántica, y arreglaba constantemente mi pelaje espléndido. Maullando todo el día llamando a no sabía quién, mi amita querida me había conseguido un novio. Cuando llegó a casa aquel divino gato siamés azul y gris, yo me pasaba haciéndole mimos de toda clase. Trataba que me atendiera un poco, pero él se hacía el interesante. Pasó dos días recorriendo la casa sin prestarme atención, ¡hasta me comía la comida!
Ludy lo cuidaba muchísimo que no se le escapara, decía:
-¡Tendré que pagar millones si lo perdemos! Yo me sentía celosa pero igual me le acercaba, frotaba mi cuerpo refinadamente contra el de él, me refregaba y meneaba por el suelo, y me ponía de pecho para arriba y... ¡nada! ¡No se fijaba en mí! "¡Yo soy muy hermosa, mi nariz, orejas, patas y cola son color chocolate y el resto de mi bello cuerpo es color arena del desierto! ¿Acaso no me ve?" -pensaba. El se llamaba Fidel, era azul y plateado. ¡Qué divino gato! Había oído cuando su dueña lo trajo que era un "semental". ¿Qué era eso? Yo no sabía pero igual lo perseguía. "¿Qué me pasa? vivo pensando en él,
cuando me le acerco, algo adentro mío suena muy rápido, como el reloj de la mano de mi dueña... ¡Ya sé, me enamoré!"
La tercera luna mientras todos dormían, se acercó sigiloso. Me maulló llamándome a la alfombra del living frente a la chimenea. Fui caminando lentamente, casi desilusionada ,
el fuego que sentía por dentro casi se me apagaba "¿qué quiere ahora?" ¡Ay, se puso tan mimoso! Me mordisqueó por todas partes, me sujetó del lomo e introdujo algo de él dentro de mi, varias veces hasta la madrugada. Nos amamos toda la noche, dormimos juntos y al
mediodía se lo llevaron. ¡Qué triste me sentí después! No entendía qué me pasaba, lo extrañaba, pero sabía que iba a tener hijitos de él.
Ludy hizo una hermosa cuchita de pana roja y piel blanca, con medio techo, yo me
sentaba junto a ella mientras la preparaba.
-¿Ves, Nefert?, aquí vas a tener tus hijitos, mi amor -me decía acariciándome-
¿ Y Fidel, lo extrañás ? Alcanzaba que dijera su nombre para que me revolcara
por el suelo esperando sus caricias. Yo me sentía gorda en esos días, sentía que
algo estaba pasando dentro de mi cuerpo, mis gatitos se movían.
Un día, me había acostado en mi sillón favorito del living, dormía más que nunca y
no me preocupaba de vigilar a nadie, ni siquiera corría atrás de los gorriones.
De pronto me despertaron las voces acaloradas de unas mujeres que esperaban,
me levanté encorvando el lomo, vi quiénes eran y me senté a escucharlas.
Había una pareja de humanos de piel arrugada muy juntitos en el sillón largo,
eran nuevos y de buena aura. En los dos sillones de enfrente, dos mujeres.
La morocha era Isabel, muy conocida para mí, a veces me había sentado en su falda, y
la otra era la "colega", otra vez. La odiosa ordinaria de pelo amarillo patito, que era
la que estaba hablando:
-Y ¡Vos no sabés, se acollaró con un milico y le regalaron un apartamento
en Pocitos! -dijo con un odio tremendo. "La voy a tener que correr de aquí, pero tendré que esperar que nazcan mis hijos, me tengo que cuidar".
-Pero... yo tengo entendido que los padres son estancieros y el padre diplomático,
¿por qué no se va a poder comprar un apartamento? Me parece fantástico, feliz de ella -contestó Isabel prendiendo un cigarro muy indignada.
-Eso será cierto, pero las cosas que le regalan no te imaginás, ¡estoy segura que
alquiló el apartamento! Era tanta la antipatía y envidia que tenía esa mujer, que ni
yo podía, en ese momento con ella, pero si seguía viniendo, después que tuviera
mis gatitos, un día le sacaría las púas y la correría para siempre.
-Yo no te entiendo, ¿si la odiás tanto, para qué venís? -preguntó Isabel.
-Porque yo soy la que le tiro las cartas a ella. Tomen, aquí tienen mi tarjeta -se
paró y repartió cartoncitos a todos. Cuando se la entregó a los viejitos, les dijo:
-¡Miren que yo voy a domicilio, no tienen necesidad de salir ni venir
acá! -y los
miró con cara de tenerles lástima. Cuando la señora de pelo blanco la agarró:
-¿Y para qué nos da la tarjeta?, nosotros venimos a atendernos con Ludy.
-Se las doy, porque ustedes no saben cómo les va a cobrar.
-¡Eso es asunto nuestro, a usted no le interesa! -contestó enojado el señor sin pelo, mirándola por la parte alta de los lentes como para matarla, y echando la cabeza para atrás."¡Miauu, éste fue gato en otra vida!"
La maldita se quedó callada, agachó la cabeza y tomó una revista.
El aire se había puesto irrespirable con un silencio bastante molesto. Apareció
al ratito Ludy por la puerta y llamó a los viejitos. Pasaron para adentro y yo me quedé echada como estaba, no me podía mover. Casi me había dormido, cuando de golpe se
abrió la puerta . Venía mi ama para el living con cara de gata salvaje dirigiéndose a
"la colega". ¡Qué igualita a mí era cuando se ponía así! "¡Esto no me lo pierdo!",
pensé, y me senté de vuelta.
-¡Sos una atrevida!, ¿quién sos vos para decir que me atendés a mí?
¡Te vas inmediatamente antes que te mate !
-Pero somos amigas, es una crítica constructiva -respondió con un miedo
horrible, ya parada contra la puerta de salida.
-¿Amigas? ¡un carajo! ¡No somos amigas ! y ¿crítica constructiva?
Ojalá lo que dijiste fuera una premonición y yo tuviera un marido proxeneta y
un milico que me regalara un apartamento. ¡Yo me rompo el culo trabajando, así que si quiero me lo limpio con un billete de cien dólares! -
Mi ama estaba furiosa y hablaba aceleradamente y cuando se enojaba, su boca
era muy sucia según ella, para mi era una gata salvaje.
-Pero... ¿no me vas a prender una vela negra, no? -preguntó con terror.
-¡Anda al diablo, no te merecés ni un fósforo! -y golpeó la puerta cuando se fue la serpiente. ¡Qué feliz estaba yo! No la tendría que sacar, ya la había echado mi ama.
-¡Dios querido, lo que tengo que aguantar! Perdoná el mal momento, Isabel -dijo acercándose a ella.
-¡Estuviste muy bien! Qué disparate, esa mujer es una arpía -respondió Isabel
asombrada
- ¡Andá, trabajá tranquila, estuviste genial! ¡Ah! y ya de paso: cuando te limpies el culo con los cien dólares me los das que los lavo y me sirven! ¡Ja ja ja!
-Claro, lo voy a tener en cuenta -contestó riéndose alegremente Ludy, y tiró
para su espalda su largo pelo negro y volvió para adentro.
Yo pensaba que los viejitos se lo habrían contado, por eso salió y la echó.
"La casa queda tranquila ahora", pensé. Vino Blanze a encender una varilla de rosas.
-Qué horrible, Blanze, ¿te das cuenta, esa mujer lo que és? -le dijo Isabel.
-¡No te imaginás cómo la ayudó Ludy toda la vida! Le debe la vida del hijo, le
curó un tumor que tenía en el seno, hasta le enseñó a leer las cartas, ¡y así le
paga!... ¡y con qué rostro viene a repartir tarjetas acá! ¡Dios nos libre! -por su tono se
notaba muy indignada.
-Bueno, ya la echó -contestó Isabel y volvió a abrir la revista.
-Sí, pero le va a costar sacarse la bronca, no sabés lo sensible que es -contestó
Blanze preocupada y yéndose para adentro. Todo quedó sereno, yo volví a acomodar
mi pancita para dormir... Y soñé con Fidel, ¡Mi gato adorado!
Capítulo IV. EL DÍA MÁS FELIZ DE MI VIDA
Fue un día de muchas alegrías para mi amita. Toda la tarde concurrió a mi casa, gente
con felicidad que le expresaba agradecimiento, porque todos sus asuntos se les habían arreglado. En un momento quedó sola en su escritorio, la sinfonía sonaba en nuestros
oídos mas armónica y melodiosa que nunca. Ya la mimaba tiernamente paradita en su
falda y besándole el rostro, con algo adentro que me decía que iba a ser un día muy feliz para las dos.
-Si supieras Nefert. El agradecimiento que siento es inefable, y no hay dinero en
el mundo que pague esto, como nos lo paga Dios. Pienso que no siempre veré dolor y sufrimiento. ¡La esperanza es la hermana de la fe, el esfuerzo es el hermano de la
victoria! -mientras me acariciaba. ¡Esperanza, Fe, Esfuerzo, Victoria!
Cuatro palabras que daban vueltas en mi cabeza, componiendo cierta poesía.
-"Tengo que agradecer a Dios, de alguna forma tangible lo que me ha hecho, no
me basta con prender velas o algo parecido, tengo que hacer algo .¿Qué hago?
Ya son las diez de la noche.
Blanze ya se había retirado y fue a buscar su pijama y el deshabillé para ponerse
después de su baño de todos los días. Yo la seguí.
-¡Voy a regalar toda esta ropa! -dijo con las puertas abiertas del placard.
Caminó hasta la cocina a buscar bolsas grandes, las trajo al dormitorio y comenzó
a sacar todo tipo de trapos, zapatos, medias, gorros, bufandas, llenó tres bolsas grandes. -¡Esfuerzo! -casi gritó. -No tengo que regalar lo que no me sirva solamente.
Tengo que dar cosas que me cueste mucho desprenderme ¡Esfuerzo! Y sacó mas
prendas, las más queridas por ella, recuerdos de otros países.
Yo, a pesar de que mi barriga parecía una pelota, disfrutaba jugando entre la
ropa tirada sobre la cama. Así lo hizo, dejó el ropero livianito, solo con lo necesario.
Me alegró, así tendría donde meterme cuando jugara. Cerró bien las bolsas y me dijo: -Mañana las llevo al Hospital Maciel. Después fue al baño, yo seguí detrás de ella
como todas las noches. Se sumergió en la bañera en su ritual baño nocturno, estuvo
media hora entre el agua y la espuma hablándome de lo que iba a hacer al otro día. -¡Esperanza y Fe! Llevaré todo a los pobres, que lo necesitan más que yo.
¡Ah! También tengo sábanas y frazadas de más. ¡ Las voy a llevar.
¿Cual será la Victoria?. Y sacó un dedo con espuma blanca y me la puso en la nariz,
yo me había sentado en el borde de la bañera. Igual que todas las noches la acompañaba jugando con las pompas de jabón. Me miraba extrañamente mi ama, como anunciándome algo... Con mi pancita tan redonda yo casi tenía que hacer equilibrio sobre el borde.
Al día siguiente nos despertamos a las siete en punto, no había puesto despertador.
Me asombró como la mente de ella se preparaba siempre para estas cosas.
Después de vestirse, saco el auto. Subió las cuatro bolsas al coche.
Iba muy contenta, se veía en su aura lo bien que se sentía haciendo eso.
Yo siempre la custodiaba viajando a todas partes sentada en
el mullido asiento de atrás. Pero... Ese día algo me decía que no debía salir.
Cuando volvió entró el auto al garaje, y en el momento que ingresaba a la casa por
el jardín de atrás, la recibieron con una gritería enorme.
-Vení rápido, creo que la gata va a parir - gritó Blanze. Mientras ya hacía un
largo rato que me acomodé. Cuando la vi ronronee casi a los gritos, quiso dejarme
sola, y me enderecé llamándola. Ella estuvo conmigo toda la mañana, mientras
hacía mi trabajo de parto.
-No sabés Nefert, -mientras me acariciaba-. Llegué al hospital, y me deprimí demasiado viendo la pobreza que hay. Una monjita de blanco me preguntó, en que me
podía servir. Le dije que traía las cosas para donarlas.
Me agradeció con el alma y me dijo:, ¡Dios la bendiga! pase por la capilla.
Recostaba mi cabeza con fuerza, a los bordes de la cuchita y pujaba mientras
escuchaba su cuento que yo me había perdido por no ir. Pero tenía que quedarme
¡Hay cómo duele!
-Y me informó: ¡Hoy es la misa de San Cayetano! es siete de agosto, día anual
de él ¡No lo puedo creer! ¡que haya ido justo el día de él. La capilla es hermosísima.
Y pensé: Qué irá a pasar?". Y mira lo que está pasando, hoy tendrás tus hijitos-
Y yo pujaba y pujaba ronroneando con sus manos tibias y su historia divina.
-La estatua de Él se encontraba en el altar mayor, toda la gente prendía velas.
¡Fuerza, negrita querida, Fuerza!, que te sigo contando. Caí de rodillas cara a él
y me quedé muda. Y le dije: "No tengo nada que pedirte, tienes mucho que hacer".
Mientras yo pujaba, el cuento y las caricias de ella me hacían olvidar el dolor
que sintiera.
-Cuando ya me marchaba, viene corriendo la monjita,. Y me dijo: Tome, aquí tiene,
están bendecidas, guárdelas. -me dio una inmensidad de ramitos, cada uno de siete espigas. Cuando volvía para acá, mirando el atado de espigas en el asiento,
te extrañaba como loca. Y llego, y: ¿Cómo sabías que aquí tenías que tener tus hijos?
¡Sos una genia! ¡ No hay duda que sos una gata muy sabia!
¡Fue algo increíble, nunca había vivido algo tan especial!
Solté una bolsita, de inmediato la rompí con mis dientes,
anudé el cordón y me comí la bolsa rápidamente.
Tuve una sola hija, que lavé y lavé muchísimo y la fui acomodando
hacia mis mamas para alimentarla. Esa miniatura preciosa se prendió
con un hambre tremendo, y yo continuaba lamiéndola.
Después sentí que Ludy llamó al doctor de gatos.
El vino mas tarde y dijo que era una gatita, ( "que novedad", yo ya
sabía), nos toqueteó a las dos, yo lavé y lavé la huella de sus dedos sobre mi hija.
-Están muy bien las dos. Dijo al fin y se marchó. ¡Yo sabía que era una señorita, no precisaba que él viniera a tocarnos tanto y decirle a mi ama qué era mi hija. Luego,
ella vino conmigo de vuelta.
-Nefert querida, ¡te felicito! tuviste una hijita divina, y justo hoy. -me acariciaba
una y otra vez, y si tocaba mi hija, yo la lavaba nuevamente con mi lengua, por si tenía bacterias. -¿Que te parece si le ponemos... Victoria? -La miré asintiendo,
ronroneando como nunca .
Después, llamó a la dueña de Fidel, el padre.
-Señora, la llamo porque mi gata tuvo una sola gatita ¿la va a venir a ver? Escuchó un rato y vino loca de contenta a mi lado.
-¡Qué suerte, Nefert una sola, por derecho tenés que quedarte con ella, la dueña de Fidel no puede reclamar ningún gatito! ¡Te quedás toda la vida con ella! Respondiendo a su exclamación me enderecé y refregué mi naricita por su cara. Durante una luna y media la mantuve en la cuna, le daba su alimento, y le comía sus excrementos, no había olor ninguno en la cucha,
mantenía una limpieza absoluta.
Victoria comenzó a tomar los colores, era igualita al padre, azul y plateada, cuando llegó a los dos meses ya salía del cajoncito sola. Yo la entraba continuamente, hasta que un día la llevé al baño y la coloqué en el bidet. Me quedé parada al lado observándola, y enseñándole. Esperé largo rato hasta que mi chiquita hizo pis en el mismo, después la saqué y la llevé a su plato a comer carne picada. Allí llevé a mi hija todos los días, hasta que creció y aprendió a hacerlo igual que yo. Pero esta vez la entrené yo, a mi me había enseñado mi ama.
¡Yo soy una gata sabia, inteligente y educada, no hay duda! Y mi hija fue la Victoria. Dijo Ludy:
-" El Esfuerzo, unido a la Fe y la Esperanza, nos llevan a la Victoria."
Capítulo IV. MI HIJA
Mi hijita Victoria fue creciendo, era muy hermosa, de orejas, hocico, patitas y cola azul marino, y el resto de su cuerpo gris plateado.
Era una bandolera, había roto cuanto cacharro encontraba, se trepaba por las bibliotecas, corría las palomas, rompía las plantas.
Yo no podía con ella, no me obedecía aunque la arrastrara a la cucha para ponerla en penitencia.
Pero sí me hacía caso si la llevaba a dormir dentro del placar en una caja de
zapatos.
La miraba deambular por la casa y mi nostalgia por Fidel crecía cada día más, salió idéntica a él y heredó su temperamento; en cualquier momento me iba a poner loca de vuelta para que lo trajeran. El doctor de gatos le dijo a Ludy que nosotras somos "ninfómanas", (no sé que es eso) mi ama se agarró la cabeza y creo que se asustó, el trató de convencerla para que nos "castrara", (tampoco sé que es eso).
Ludy dijo que de ninguna manera lo haría, que teníamos que tener muchos hijitos las dos, así que me quedo tranquila, ya me las voy a ingeniar para que Fidel venga de vuelta.
En la mañana, Victoria había tirado la jaula de los canarios que estaba en la cocina,
y Negrita la había corrido con el palo con paja que barría, diciendo tanta cosa que
yo no la entendí. Por suerte para las dos, la jaula cayó con la puerta hacia el piso
y no salió ningún pajarito rojo, sino...¡ Que lío se hubiera armado !
Esa tarde había mucha calidez, las persianas del ventanal del living estaban bajas,
Ludy hizo poner unas cajas en las paredes que nos daban mucha frescura para
adentro, afuera no se podía salir y nos pusimos a dormir en mi sillón adorado.
Estábamos dormidas muy juntas y yo empecé a sentir
calor, salí de al lado de mi hija dejándola en el sillón
y me subí a un mueble que estaba al costado de la puerta de calle. Era de una piedra bien fría con algo raro atrás
que me veía a mi misma, y si me daba vuelta,
también la podía vigilar que no se metiera en otro
lío más; me acomodé allí a dormir perezosamente.
No había nadie. La persona para atender ya había
pasado al escritorio.
Al rato llegaron dos nuevas, Blanze abrió la puerta y las hizo sentar.
Desde allí las observé fijamente, no estaba dormida, solo me había acostado con mis manitos para abajo de mi pecho y entrecerré mis cuatro párpados.
Eran unas gordas más grandes que Negrita, pero no tenían el aura de ella, éstas eran obscuras y feas. Se sentaron en el sillón a cada lado de mi hija Victoria.
-¡Mirá que hermoso gato! -dijo una a la otra.
"¡Gata!, mujerrrr gata, ¡gata! dije- ¿No te das cuenta?"
-¡Que belleza!, ¿te imaginas los dólares que cuesta este animal? -dijo la que
parecía ser bruja, ¡Tenía una cara de hiena terrible!
"No me voy a dormir, ¡cuidaré!, mi hija no es muy inteligente para esto,
¿qué son dólares?".
Ludy salió con el señor que estaba adentro acompañándolo hasta la salida, me acarició cuando se despedía de él.
-¡Mirá, ahí hay otro! -"¡Miauu, me descubrieron!"
-¿Quien se va a atender? -preguntó Ludy.
-Yo, señora, ella me espera.- contestó la menos mala. La llevó hacia el
consultorio y cerró la enorme puerta de madera tras ellas. Quedé observando cuidadosamente lo que hacía la otra en el sillón; de a ratos me miraba, yo me
hacía la dormida entornando más los párpados.
Jugaba con mi gatita Victoria, sacó una bolsa de nylon de su cartera y la abrió.
¡ Hay que ver como nos gustan las bolsas !
Victoria se divertía entrando y saliendo en la bolsa, la mujer metió una de las revistas adentro, "¡Ladrona, que horror!
¡¡Ludy por favor se va a robar a mi hija !!!!"
El tiempo se hizo largo, casi, casi me dormía, pero el ruido que hacía Victoria
con la bolsa, me mantenía despierta.
Ludy abrió la puerta nuevamente, salieron las dos, mientras yo miraba que
Victoria había quedado encerrada
-¿Usted se va atender ? -dirigiéndose a la que tenía mi hija.
-No, yo vine a acompañarla nada mas. -se paró con cartera y bolsa; dentro de ella se llevaba a mi hija. Salió la que se atendió primero y atrás la ladrona:
"¡¡¡ Se lleva a mi hija !!!!" y gruñí como la madre pantera. -¡¡Jjjuuuaaaauuu !!
-salté sobre el lomo de la maldita, le clavé todas mis uñas y púas en el cuerpo,
y me fui resbalando hacia abajo prendida de su vestido parecido a las cortinas.
-¡ Nefert !, ¿qué te pasa, estás loca? -gritó mi dueña, sin saber lo que pasaba,
yo quedé en el suelo agazapada y rugiendo lista a atacarla para que me
devolviera a mi hija.
-Perdone señora, ¡nunca hizo algo así!- le miraba el vestido sedoso hecho
tiras y tratando de correrme. "¡Yo no la dejo irse, aunque mi ama se enoje!"
La tipa se dio vuelta lentamente hacia adentro y dijo sin entrar:
-¡Hay!, disculpe, ¡me llevaba la gatita sin querer, se metió en la bolsa sin darme cuenta! -con cara de santurrona. Mi ama miró dentro de la bolsa y rescató a mi hija inmediatamente, abrazándola, miró a la mujer como para matarla y me acarició. Y sin preocuparse por las mujeres y por su ropa, cerró la puerta con un hermoso puntapié.
-¡Vos si que sos una madre Nefert,! perdóname, te traté de loca.
¡Blanze, vení, mirá! -Entró Blanze extrañada por los gritos de mi querida dueña.
-¿Qué pasa? - la miró. Nos tenía a las dos en los brazos y le contó lo que había
sucedido, mientras me acariciaba y besaba..
-¡Que madre esta gata!, ¿Si, Nefert? -contestó Blanze y me mimó.
-¡Que maldita mujer, bien hecho que le hayas hecho eso Nefert!,
No van a poder quedarse más en el living, es preferible que duerman en los cuartos
o en mi escritorio, van a querer robarlas otra vez.
-Si, yo me encargo de cuidar que no vengan para acá. -tomando a Victoria
entre sus brazos, yo quedé en los de mi amita, al fin nos colocaron en el dormitorio,
y nos dormimos juntas el resto de la tarde.
De a ratos me despertaba soñando lo que había pasado, me había dejado muy nerviosa que se llevaran a mi hija.
¡ Extrañé, añoré a Fidel, con todo mi corazón ! ¿ Por qué no vivirá con nosotras?
¡Si estuviera el gato de la casa, estas cosas no pasarían!, yo tengo que hacer de padre y madre para ella. La lengüeteé hasta saciarme.
-¡ Hija querida, casi te pierdo! ¡Miau, no lo quiero ni pensar! |